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Ud. «Grandes expectativas» (Hogarth), la primera novela del ensayista y crítico de teatro neoyorquino Vinson Cunningham, un joven se transforma mientras trabaja en la campaña presidencial de un ambicioso senador negro de Illinois.
Lea el pasaje a continuación.
Grandes esperanzas de Vinson Cunningham
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Había visto al senador hablar varias veces antes de que mi vida conectara con él, aunque fuera remotamente, pero la primera vez que recuerdo haberle prestado verdadera atención fue cuando pronunció un discurso anunciando su candidatura a la presidencia. Habló frente a las columnas del Capitolio de Illinois, donde Abraham Lincoln realizó el mismo ritual hace aproximadamente un siglo y medio. Al entrar, el senador subió al escenario con su elegante esposa y sus hijas pequeñas. Una canción de U2 sonó mientras saludaban. Los cuatro vestían abrigos largos y respiraban los fantasmas de una pareja visible en una fría mañana de febrero. Hacía tanto frío y sol allí en Springfield como a casi mil millas de distancia, donde estaba sentado solo, gritando en la distancia desde los bosques del norte de Central Park, mirando al Senador en la televisión.
«Dando toda alabanza y honor a Dios por traernos aquí hoy», comenzó. Reconocí el toque negro de inmediato y me sentí casi halagado por la sensación nueva para mí de ser complacido tan directamente por alguien que tan abiertamente quería algo a cambio. Más tarde se informó que antes del discurso, oró con su familia y algunos amigos, incluido un estentor de piel clara que era su pastor en Chicago. Quizás el saludo de la iglesia fue el resultado del sonido de la oración del pastor. O bien (y con la ventaja de algunos años ésta parece la respuesta más probable) el senador ya entonces, al comienzo mismo de su campaña, empezó a comprender a sus partidarios, por pequeños que fueran en aquel momento, como feligreses, como miembros de un cuerpo místico, sus conexiones invisibles, pero son reales. Saludaron y extendieron los brazos hacia el escenario; algunos sostenían carteles rojos, blancos y azules adornados con su nombre en suaves letras sans serif. Todo parecía diseñado para hacerte llorar.
Ahora me pregunto (de nuevo, con todos los beneficios y distorsiones de la retrospectiva) si esas palabras iniciales de la campaña y su voraz recepción multitudinaria fueron los presagios más claros –más que la demografía o la estrategia consciente– de una victoria futura. Hacia el final del discurso, durante una serie de puntos cada vez mayores, cuya unificación final fue una petición de unirse a él en la obra de renovación, se preguntó «si ustedes», la multitud, «sienten el llamado del destino». A modo de despedida, dijo: «Gracias» y luego, más interesante: «Te amo».
Extracto de «Grandes esperanzas» de Vinson Cunningham. Copyright © 2024 por Vinson Cunningham. Extraído con autorización de Hogarth Books, una impresión de Penguin Random House, LLC. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de este extracto puede reproducirse ni reimprimirse sin el permiso escrito del editor.
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