El folklore literario dice que la inclinación de Stephen King por lo macabro surgió cuando fue testigo de la muerte de un amigo en una colisión de trenes cuando era niño. Nunca recordó el incidente, pero durante muchos años la enfermedad lo persiguió. Más tarde, al encontrarse accidentalmente con los libros del escritor de terror estadounidense H. P. Lovecraft, King se dio cuenta de que había encontrado su vocación.
El terror sería su ocupación porque le daba el consuelo para darle sentido a lo que lo aterrorizaba. Es una verdad que rara vez se reconoce que un presente tenso y un futuro incierto buscan la catarsis no en lo familiar sino en lo terrible y aterrador.
En un año devastado por las guerras (entre Rusia y Ucrania y las despiadadas represalias de Israel contra Palestina), la pandemia en curso, la incertidumbre económica y la ansiedad climática, un informe reciente de The Guardian encontró que las ventas de libros de terror aumentaron un 54 por ciento sin precedentes en 2022-2023. . La racha continuó en el primer trimestre de 2024.
El auge de la ficción de terror ha coincidido históricamente con períodos de malestar social. En 1764, cuando se publicó El castillo de Otranto, de Horace Walpole, considerada la primera novela gótica de terror, parecía estar en desacuerdo con los grandes avances modernistas de la época.
La novela de Walpole, un retiro hacia la intriga medieval y el terror sobrenatural, surgió como una reacción a las ansiedades que rodearon la Revolución Industrial, las transformaciones económicas sin precedentes y los desafíos a la religión organizada que engendró. Asimismo, el auge de la ficción de terror distópica en el siglo XX se remonta a la posibilidad de una guerra nuclear.
No sorprende que la actual oleada de horror esté dirigida hacia lo político y feminista, una reacción y un escape de algunas de las perspectivas quizás más aterradoras de la vida real: la reversión del derecho al aborto o de las libertades democráticas en algunas de las democracias más grandes del mundo, o la El espectro de la crisis climática en el Antropoceno. Para un mundo al límite, el escapismo ficticio puede ser justo lo que recetó el médico.